La Cooperativa Molino Santa Rosa coordina acciones con distintos organismos del Estado para el desarrollo del sector en el departamento de Canelones.
Con Juan Carlos Vidal y Carlos Reyes, Presidente y Coordinador General de la Cooperativa Molino Santa Rosa.
Entrevista emitida el lunes 11/08/2008 en Producción Nacional 1410 AM LIBRE
Con la participación de estos actores, el emprendimiento se ha posicionado junto a pequeños y medianos agricultores, creando una verdadera cadena productiva. Molino Santa Rosa es una iniciativa que apuesta a seguir creciendo en el mercado local, con los ojos puestos en la región.
Alejandro Landoni – El Molino Santa Rosa, fundado en 1925, siempre fue un polo de desarrollo económico, productivo y social para esta zona del departamento de Canelones.
A fines de la década de los 90, la empresa dio quiebra y dejó un tendal de deudas que superaban los 5 millones de dólares.
En abril de 1999, una Cooperativa integrada por 44 trabajadores del emprendimiento quebrado, se hicieron cargo de la gestión del histórico Molino.
En 2004, mediante remate público, compraron sus instalaciones convirtiéndose en la primera y única empresa recuperada que es propietaria de su medio de producción.
Hoy se está dando, en esa zona de Santa Rosa una propuesta innovadora de desarrollo local.
Actualmente, en el marco de una estrategia de diversificación productiva, la Intendencia de Canelones puso al emprendimiento como centro de una serie de acciones que buscan incentivar el desarrollo económico de Santa Rosa, una pequeña ciudad de 3.500 habitantes.
Esta temporada, ochenta pequeños agricultores de la zona recibieron ayuda de la comuna canaria y del Programa Nacional de Microfinanzas para el Desarrollo Productivo (DIPRODE) de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, para generar una cadena productiva en base a la plantación de trigo.
Las autoridades sostienen que la estrategia fue exitosa ya que la plantación de trigo se multiplicó por 6 en dos años, alcanzando las 3.000 hectáreas.
El Programa otorgó un promedio de 2.200 dólares a cada productor para insumos en la siembra de trigo, en tanto que la Intendencia asesoró en el desarrollo de una producción eficiente, puso máquinas a disposición de los pequeños agricultores y actualmente realiza rigurosos seguimientos en las plantaciones.
Por su lado, Molino Santa Rosa aseguró la compra de esa producción.
¿Ustedes se convirtieron en el símbolo de las empresas recuperadas? De hecho hasta el día de hoy son los únicos dueños de sus medios de producción. Todos los demás los están pagando o estudiando la posibilidad de adquirirlo a través de un remate.
Carlos Reyes – En realidad el mundo de las empresas recuperadas es algo bastante diversificado. Cada una está en etapas distintas, motivadas por el rubro o la rama de la economía en que se mueve, además de la experiencia y los años de autogestión que tengan.
Pero es cierto que fuimos de las primeras empresas que pudo solucionar mediante un acuerdo con el Banco República el tema de los medios de producción.
A.L. – Ya hay 75 personas trabajando en el emprendimiento.
C.R. – Alcanzar esta cifra de empleo es muy importante para nosotros, porque ha demostrado que lo que nos habíamos propuesto en el Molino, en realidad no es una utopía sino que puede ser una realidad.
Demostramos que hay obreros que pueden autogestionar una empresa, un negocio y vivir de eso que es un poco la misión que tienen todos estos emprendimientos: autogenerar el trabajo y hacerlo de una forma sustentable.
A.L. – Ustedes han reconocido que ningún sindicato, ni ninguna organización social les compran harina por ser una empresa recuperada. ¿Hay una suerte de dejadez de estos actores a la hora de elegir un proveedor?
C.R. – Creo que cada institución social da línea a los socios o a sus allegados. Sí sabemos que si se realiza una compra directa y tienen que elegir entre un producto y otro, van a elegir el nuestro primero. Por varias cosas: porque es el mejor, por la ideología o por estar de acuerdo con una forma de gestionar el emprendimiento.
La Cooperativa ha recibido ayuda de muchísima gente, y hay muchos sindicatos que si bien no compran directamente, sabemos que todos los socios van y buscan y nos llaman para ver dónde pueden encontrar nuestros productos.
A.L. – ¿Cuáles son las marcas que ustedes trabajan?
Juan Carlos Vidal – Nuestras marcas son: Santa Unión, en donde tenemos harina pastera, harina panadera, harina de maíz, gofio y harina de fainá.
Son productos que se pueden encontrar en supermercados, mayormente en Montevideo para los distribuidores.
A.L. – Y después envasan para las marcas de algunas grandes superficies.
J.C.V. – Exacto. Trabajamos también con lo que se llaman «Marcas Blancas» que en realidad lo que va adentro es nuestro producto pero con la licencia del dueño de la marca.
En ese caso estamos en Macromercado con todo lo que es harina Cefa y harina blanca.
La Sonrisa es una harina blanca que hace la Cooperativa y se le envasa a la cadena El Dorado.
Después en harina de maíz hay dos marcas: Ristorante y Bristol, que tenía este nombre hasta el año pasado, ahora va cambiar la marca que empezará a ver el mes que viene en todos los Disco. El nuevo nombre es Granja La Familia.
A.L. – Llevan distintas marcas en distintos establecimientos. Actualmente están procesando unas 20.000 toneladas de harina de trigo ¿Este dato es correcto?
J.C.V. – Al año procesamos aproximadamente unas 20.000 toneladas de trigo, no de harina. Esto equivale a 16.000 toneladas de harina aproximadamente y unas 2.000 toneladas de maíz.
Para que el oyente tenga una idea: en el caso de la harina es más o menos un 5% del mercado nacional.
La Cooperativa hasta ahora vende sólo en el mercado interno. Estamos estudiando la posibilidad, de repente para el año que viene si la coyuntura regional sigue como hasta ahora, de ingresar en el mercado de Brasil.
A.L. – ¿Cómo están trabajando con el gofio?
J.C.V. – En invierno es un producto que se consume mucho.
AL – ¿Y cómo se come el gofio?
J.C.V. – Hay varias recetas. Desde lo más tradicional que es disolverlo en leche, hasta las Panaderías o Confiterías que elaboran productos que se amansan con gofio.
Se hace una mezcla, una masa con harina de trigo y gofio que queda muy buena. Hay unas galletas que tiene un gusto parecido al chocolate pero mucho más sano y rico en vitaminas.
También hay gente que lo come en polvo con azúcar.
Este es un producto que viene con los canarios, lo traen los emigrantes de Islas Canarias. Incluso han venido a visitarnos españoles y nos han dejado miles de recetas. La que más recuerdo como anécdota que nos contaba un visitante canario es el helado de gofio.
A.L. – ¿Cómo es el apoyo que ustedes están dando para el desarrollo de la cadena de trigo de la zona de Santa Rosa?
C.R. – La idea original comenzó hace bastante tiempo. La Cooperativa tuvo una persona que fue el ideólogo del emprendimiento, el que más «tiró del carro» cuando el carro todavía estaba parado.
Fue Héctor Bermúdez que tenía esa virtud de ver para adelante, cosa que nos cuesta mucho a todos. Él, en 2001 se había imaginado que Santa Rosa tenía que volver, que era posible empezar a cultivar el trigo, no sólo porque al Molino le servía, sino que a la gente del lugar le servía. Era la forma más directa que tenía la Cooperativa de incidir en el desarrollo local.
Después que el Molino se remata, en la población de Santa Rosa se crea una expectativa muy grande sobre los puestos de trabajo que podía generar el emprendimiento. Esos puestos son limitados, hoy hay 70 personas trabajando directamente. Se trata de trabajadores que están vinculados a la producción desde el año 50, ya que no ha habido un cambio tecnológico muy grande, ni inversiones en la planta. Más o menos se mantiene la infraestructura de aquella época.
Nosotros queríamos tener un impacto grande en el desarrollo local, y vimos que tenía que venir por la parte de producción primaria. O sea, la materia prima que precisa el Molino. Ahí sí teníamos mucho para incidir.
Fuimos buscando acuerdos, éramos consciente de que solos no podíamos desarrollar un programa de esa envergadura. Teníamos muchas limitantes y no queríamos seguir creando falsas expectativas.
Recién en el año 2006 se puede elaborar un pequeño plan. Se coordina con la Intendencia de Canelones, —hasta ese momento no se habían dado las condiciones—, y juntos elaboramos este plan que en realidad nos llena de orgullo.
La Intendencia está lanzando este año, un Plan de Maíz que tiene mucho de la base de la primera idea. Es una experiencia que por supuesto tiene errores que sirvieron ir ajustando nuevas iniciativas.
La experiencia comenzó el año pasado. La idea era hacer un Plan Piloto en unas 500 hectáreas para ajustar la técnica y ver los rendimientos que se obtenían en la zona.
Cuando hacemos el primer censo a fines de agosto, nos llevamos la sorpresa de ver que había más de 1.600 hectáreas plantadas.
A.L. – Se trata de un sector para explotar
C.R. – Es un buen negocio, bastante rentable para los productores. A esto hay que sumarle la seguridad que tenía colocar el producto en la zona con gente que es conocida. Todos estos factores facilitaron que se superaran nuestras expectativas.
Este año recién se está terminando de plantar, dentro de 15 o 20 días se empieza a salir al campo a hacer la encuesta a los productores, pero sabemos que la intención de siembra superaba ampliamente las 2.000 hectáreas. Veremos después qué alcance va a tener este año, pero hay mucho optimismo.
Este plan no sólo abarca la zona de Santa Rosa sino que es un plan que va en todo el departamento de Canelones.
A.L. – ¿Cómo es el plan en sí mismo? El Programa Nacional de Microfinanzas aporta dinero e insumos para la plantación, y la Intendencia de Canelones se fija que esa producción sea eficiente incluso ayuda con máquinas a los pequeños agricultores
J.C.V. – En el plan participan distintos tipos de productores y para cada uno hay condiciones especiales que pueden ser el apoyo de la Intendencia con la maquinaria. En este caso estamos hablando de productores de menor escala, pero no hay que olvidarse que en el plan también trabajan productores que plantan más de 100 hectáreas, que para Canelones significa una dimensión importante.
En estos casos, no se da ese subsidio de la maquinaria, ya que el productor tiene la capacidad y la infraestructura necesaria.
Este año decidimos mejorar el encare de la parte financiera, ya que algunos productores no tuvieron la capacidad de financiar su cultivo y por tanto quedaron fuera del plan.
La idea es, junto con la Intendencia de encontrar una solución para esos productores.
Son personas que tienen muchas peculiaridades, a veces no reúnen las condiciones para llegar a un Banco y pedir un crédito. Estoy hablando de productores chicos y medianos.
Tratamos de trabajar con la OPP para generar un fondo, que ya está armado y en el que establecimos ciertas condiciones.
Participa una Cooperativa de Ahorro y Crédito que es Cosac, es la que hace la ventanilla para administrar esos fondos y hay un compromiso de la Intendencia de realizar todo un seguimiento técnico en el campo. Por otro lado, el productor firma un acuerdo con el Molino donde se obliga a darnos toda la producción y nosotros tenemos la obligación, —en el momento de hacerle la liquidación al productor—, de retener lo que sacó prestado, más los intereses y depositarlo en el Banco en la cuenta del productor.
A.L. – ¿Para ustedes esta producción de más de 2.000 hectáreas, qué implica? ¿Implica comprar más materia prima de la que compran habitualmente o no?
J.C.V. – En realidad nuestra apuesta es a seguir creciendo en el mercado, por lo tanto vamos a necesitar más materia prima. El objetivo sigue siendo tener la materia prima cerca de la planta, porque hoy en día los costos de transporte se han elevado.
El año pasado, de lo que se remitió de los planes significó un mes de producción del Molino.
A.L. – Un mes solamente.
J.C.V. – Un mes. Lo que nosotros hicimos en realidad el año pasado no fue comprar más materia prima, sino cambiar el lugar de compras.
Compramos un poco menos del Litoral, concentramos un poco más de compras en el entorno del Molino.
Para que tengan una idea, ese grano que llegó al Molino le generó un retorno a la localidad del entorno a los 800 mil dólares.
A.L. – 800.000 dólares es un dato bien interesante.
J.C.V. – Creo que sí, porque son las cuentas que hay que sacar cuando se arman este tipo de proyectos. Es fundamental saber cómo se distribuye el dinero.
A.L. – Cuéntenme lo que están haciendo con el chícharo, y le pido nos explique qué es el chícharo.
J.C.V. – El chícharo es una leguminosa de invierno, parecida a una arveja o la soja. Es una planta muy rústica, un cultivo que se había dejado de hacer en la década de los 80 y que actualmente se utiliza para hacer la harina de fainá.
La harina de fainá es una mezcla de harina de trigo con harina de una leguminosa, que puede ser de chícharo o de garbanzo
Actualmente, todas las harinas de fainá que están en plaza (menos la que nosotros elaboramos), está hecha con grano que viene importado de la región, de Argentina principalmente. Chile, por ejemplo, importa del norte de Canadá, Turquía, Estados Unidos y Australia.
Nosotros hace 4 años empezamos un proceso de reintroducir el cultivo con el objetivo de sustituir importaciones. Comenzamos con un proyecto bien interesante; trabajamos junto a la organización Redes Amigo de la Tierra en la recuperación de esta semilla (el trabajó llevó cerca de 3 años). Se empezaron a recolectar variedades que estaban a veces en los jardines de la gente, que desde campo las trajo a sus casas en el pueblo.
Ahí seleccionamos 2 tipos. Hoy constatamos que uno de ellos anda mejor que el otro, tanto en el campo como en la industria. Es necesario hacer las dos evaluaciones, porque tiene que ser ventajoso para ambos sectores.
Actualmente tenemos un plan que ya nos desbordó la capacidad de procesamiento. Este año ya participa otra industria y la idea es que se siga captando el interés de la industria nacional. Lo que queremos es dar trabajo al campo uruguayo sustituyendo lo que viene de afuera.
Este trabajo se puede hacer de forma competitiva, y ya estamos obteniendo muy buena calidad y buen rendimiento del producto.