«El Polo Tecnológico de Pando es un elemento central en esta vinculación», dijo el decano de la Facultad de Química, Eduardo Manta. Manta puso como ejemplos el Polo Tecnológico de Pando, elemento central en esta vinculación, y el proyecto para crear un Centro de Biodisponibilidad y Bioequivalencia de medicamentos, en conjunto con Salud Pública.
Continuando con el Ciclo sobre vinculación entre la Academia y el sector productivo, hoy vamos a conocer la experiencia de la Facultad de Química, una institución que es considerada pionera, junto a la Facultad de Ingeniería, en realizar acuerdos con el sector privado. Esto en realidad sin saber los números concretos, porque la Universidad de la República no tiene números concretos sobre convenios y cantidad de acuerdos firmados con privados, cada Facultad podrá tener los propios pero no hay nadie que centralice esta información.
El tema de la vinculación entre la Academia y el sector productivo no es un tema nuevo.
En 1951, Oscar Maggiolo, docente de la Facultad de Ingeniería en ese entonces, sostenía que los institutos de la Facultad debían equiparse mediante convenios con empresas privadas. Incluso señalaba que era una tarea universitaria interesar a los diarios y a las radios para que los investigadores pudieran hacer llegar noticias de sus haberes a los industriales.
Estamos hablando de un discurso del año 51’, que encontré en un libro que se va a presentar esta semana sobre Oscar Maggiolo, que sintetiza cuál era su visión universitaria y sobre el modelo de desarrollo del país en temas tecnológicos.
Eduardo Manta, el decano de la Facultad de Química, y Álvaro Mombrú, director del Polo Tecnológico de Pando, explicaron en Producción Nacional cómo se desarrolló una política activa de vinculación con el sector privado y adelantó la creación de un Centro de Biodisponibilidad y Bioequivalencia de medicamentos en coordinación con el Ministerio de Salud Pública.
Alejandro Landoni — ¿Cómo se vincula la Facultad con el sector productivo? ¿Tienen alguna política institucional?
Eduardo Manta — Sí, por supuesto. Antes que nada usted hacía referencia al libro de recopilaciones de Maggiolo que es un libro extremadamente interesante; incluso en una de sus capítulos donde trata ya la Universidad desde 1907 a 1960 se va a encontrar con los orígenes de la Facultad de Química, a punto de partida de una iniciativa de la Facultad de Medicina de crear el Instituto de Química para fomentar entre otras cosas, la investigación y la creación de conocimientos. Es interesantísimo.
Y cómo vinculo esto con la entrevista, es porque yo creo que desde ese momento, desde el nacimiento de la Facultad de Química, pasando por las épocas oscuras; la Facultad de Química tiene una vinculación directa con los sectores productivos.
En 1907 se crea el Instituto de Química y la Ley de Fundación de la propia Facultad de Química y Farmacia es del año 29’. Alcanza como antecedente para los oyentes y para todo el público en general, recordar que la etiqueta de agua Salus durante mucho tiempo mantiene un análisis hecho por el Dr. Scosería en la Facultad de Química.
A.L. — Aquella vieja etiqueta que tenía hasta una medalla de oro que habían ganado allá por el año 900 en París. Ahora la cambiaron.
E.M. — Creo que la Facultad de Química tiene un fuerte relacionamiento basado fundamentalmente en una política de búsqueda de equilibrio entre lo que es la creación de conocimiento original y su vinculación con los sectores sociales y los sectores productivos, prácticamente desde su nacimiento.
Las herramientas que ha utilizado la Facultad durante todo este período han sido variadas y actualmente la Facultad de Química ha generado una herramienta que a nuestro juicio es muy innovadora y muy poderosa para ese relacionamiento que es nuestro Polo Tecnológico que trabaja en Pando.
A.L. — El Polo es una institución totalmente innovadora para el Uruguay e incluso hoy también se ha convertido en una referencia dentro del Uruguay. Ustedes apuestan a ser una referencia en innovación y desarrollo en el mundo.
Me imagino que en la interna debe haber sido un cambio importante, porque hay sectores universitarios que ven con malos ojos los convenios con las empresas privadas y prefieren seguir con la investigación básica.
¿Cómo lo viven ustedes desde adentro?
Álvaro Mombrú — Es una función que tomamos con mucha responsabilidad. Creemos que desde varios puntos de vista es un aporte muy importante de la Universidad hace hacia el medio. Es una demostración de que el saber que se genera dentro de nuestros laboratorios de investigación sirve para apuntalar las expectativas y las iniciativas que tengan las distintas empresas para poder hacer innovación y desarrollo.
Creemos que desde ese punto de vista es un aporte muy importante que hacemos al país, al sector productivo, tanto desde el punto de vista económico como también una extensión al medio.
Desde ese punto de vista lo tomamos con una gran responsabilidad, sabemos que es una apuesta muy innovadora de la Facultad, y no dudamos que se va a replicar a mediano plazo en muchas otras áreas. Lo nuestro es química y disciplinas afines, y todas aquellas industrias o emprendimientos que son afines a la química, pero sin dudas queda espacio para la generación de otros en otros márgenes.
A.L. — Estaba viendo que en la visión que tienen ustedes en el Polo, que “buscan ser un centro de referencia en América Latina dedicado a la investigación + desarrollo”…, “preferiblemente bajo las formas de asociación de riesgo y beneficio compartido con las empresas usuarias”. Esto llamó mucho mi atención. ¿Cómo se podría explicar mejor este concepto?
A.M. — El hacer desarrollo tecnológico o lograr innovaciones a nivel comercial en nuestra área es muy costoso. Para las empresas que sin tener antecedentes previos, quisieran dedicarse a mejorar sus productos a través de una innovación tecnológica, si lo hacen sin apoyo de una infraestructura que ya esté acostumbrada a eso, es muy difícil.
El Polo lo que hace es prestar las posibilidades a través de recursos humanos calificados; equipamiento muy sofisticado e instalaciones para poder llevar adelante aquellas iniciativas o ideas que tengan los distintos emprendimientos como para decir: “vamos a lograr un producto de mejor calidad, más competitivo, que pueda ser exportable y a un riesgo mucho más bajo”.
Ahí está la llave.
Es atractivo, y es lograr que entren a un circuito nacional de innovación empresas que de no dárseles posibilidades de este tipo, probablemente apenas averiguaran los costos que les llevaría hacer al menos el intento, … ya no lo harían.
A.L. — ¿Qué significa tener riesgos compartidos? ¿Son socios en las cosas que se investigan y que se desarrollan?
E.M. — No, vamos a aclarar eso. La figura de consorcio público – privado aplicado a los sistemas académicos y universitarios no es novedosa en el mundo.
La Facultad de Química la comenzó a aplicar hace más de diez años, trabajando de forma consorciada con instituciones y con actores productivos de envergadura incluso, como algunas industrias lácteas muy importantes o laboratorios nacionales farmacéuticos grandes, donde buscó a través de la figura del consorcio un trabajo conjunto donde por un lado, los capitales de riesgo necesarios para hacer el desarrollo eran aportados por los sectores privados, y por otra parte, la infraestructura, el conocimiento y los recursos humanos eran aportados por la Academia.
Esa figura es absolutamente normal en muchos lugares del mundo y hoy se está ampliando al resto de la Universidad, e incluso está siendo tomada también por otros actores que no son universitarios para el desarrollo de programas interesantísimos de vinculaciones de este tipo.
Por ejemplo, hay una iniciativa de los consorcios regionales de innovación sobre todo con los sectores agropecuarios, y el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) y otras organizaciones trabajan en esa dirección.
No creo que la Universidad vea mal esto, para nada. Simplemente son experiencias que tienen que ir madurando, que tienen que ir logrando una determinada forma insertarse en un medio académico y seguir tirando para adelante, que es lo que estamos intentando hacer.
A.L. — Igual, algunas personas de la Universidad en un principio lo habían visto con malos ojos. ¿Ustedes creen que esa resistencia se terminó?
E.M. — La Universidad, por definición y por suerte, es un colectivo y es una creación desde la diversidad. El ambiente universitario cogobernado y democrático da la posibilidad a todo el mundo de presentar sus ideas, de trabajar y de llevar adelante sus conceptos básicos.
No creo que hoy exista una situación como la que usted planteó, que implicaría una situación de bloqueo a las iniciativas. Para nada. No hay posicionamientos de bloqueo; hay intercambio de ideas en un ambiente de diversidad como es la Universidad de la República y es ese tipo de colectivos que discuten y que de esa manera es que crecen, por lo tanto, no nos parece mal que se discuta y estamos siempre dispuestos a discutirlo desde nuestra posición y a escuchar otras posiciones.
No estamos en una situación como la que usted está planteando.
A.L. — Cuándo una empresa se acerca al Polo Tecnológico y hacen un convenio, ¿lo que se produce es de la empresa? Por ejemplo, si hay un descubrimiento, el descubrimiento ¿es de la empresa, del Polo, o es de los dos?
A.M. — En los convenios se establecen cláusulas tanto de confidencialidad como de propiedad intelectual, y quedan claramente establecidas antes de comenzar a ejecutarse los trabajos.
Lo que la Facultad de Química cobra es lo que efectivamente presupuestó inicialmente y de los resultados de propiedad intelectual en general podría hablar teórica y prácticamente. Teóricamente está preestablecidos en los convenios que se va a seguir la normativa de la Universidad y demás, pero en la realidad ocurre que nunca terminan en patentamiento, porque en general lo que les sirve más a las empresas es mantener el secreto tecnológico que se desarrolló a través de eso, que darlo a conocer a través de un patentamiento, que difícilmente les dé un retorno económico. Entonces, en los casos de la realidad, no terminan en patentamiento, y si terminaran en patentamiento eso ya está previsto a nivel de convenio, que es seguir las normas universitarias.
A.L. — Las empresas uruguayas son poco innovadoras, incluso cuando se hace la encuesta en Uruguay, se tienen criterios muy amplios respecto a lo qué quiere decir innovación —es algo que siempre explica en su columna el ingeniero Gerardo Agresta —; de pronto es capacitar a los empleados o mejorar algún proceso, invertir en algún proceso nuevo, y aún así, con ese criterio amplio, prácticamente sólo una de cada tres empresas, con suerte, es innovadora.
¿Cómo se hace entonces para comunicar estos dos universos que parece que están tan distantes? ¿Se entienden los investigadores universitarios con los empresarios? ¿Comparten los mismos tiempos y las mismas preocupaciones? ¿Es necesaria la figura de un vinculador?
¿Ustedes cómo lo ven?
E.M. — Ahí, también creo que hay avances y preconceptos en el asunto.
La Facultad de Química y la Universidad de la República están trabajando en relacionamiento con los sectores productivos en programas específicos desde hace muchísimo tiempo, y hay un entendimiento básico desde la Academia y desde los sectores productivos innovadores del país.
La Facultad de Química lo que tiene es que está bastante cerca de un sector que desde el punto de vista tecnológico es muy activo, que es el sector farmacéutico. Eso nos allana un poco el camino.
Entonces, cuáles son las políticas que de alguna manera trabaja la Facultad de Química en esta dirección. Por un lado a través de las herramientas que tiene a su disposición a nivel de país, a nivel regional, a nivel de las propias vinculaciones directas de los investigadores con las empresas, o a través de determinados articuladores que forman parte de una Oficina de Gestión Tecnológica o una Unidad de Vinculación que tenemos en Facultad. Pero eso es un lado, es el lado del hoy. Es el lado del decir que hoy estamos construyendo país e innovación.
Pero estamos convencidos que la herramienta a largo plazo pasa por la generación de recursos humanos extremadamente calificados, y que esos recursos humanos sean aquellos capaces de generar los laboratorios de innovación en la propia industria, como punto de partida para ahí generar la articulación. No es lo mismo trabajar con aquellas empresas que han contratado a nuestros doctores en Química —que ya son muchas—, para desarrollar procesos o productos en su institución, que trabajar con empresas que todavía no lo han hecho.
Es decir que hay como dos caminos para transitar. Un fuerte camino de formación de recursos humanos, que eso se hace desde el fortalecimiento de las capacidades básicas de creación de conocimientos de nuestros estudiantes y de nuestros egresados de Grado, a través de la formación de sus doctorados y de sus post grados; y por otro lado, trabajar con las herramientas que hoy existen o que están a nuestra disposición para la vinculación.
A.L. — A veces se dice que la figura del vinculador es imprescindible en estos procesos.
¿Cuál es su posición?
A.M. — En el Polo precisamente parte de nuestro staff personal tiene amplia experiencia a nivel de empresas y conocen por dentro lo que es la investigación que desde la Universidad puede hacer el Polo Tecnológico.
Entonces, reconociendo la importancia de esa figura — nosotros lo hemos hecho —, por eso decimos que el Polo actúa en forma proactiva: trata de alguna forma desde nuestro propio movimiento hacer entender y reconocer a las empresas la importancia que tiene para la propia empresa — para el sector productivo nacional —, encarar hacia la innovación. Eso justamente, nosotros lo hacemos desde adentro.
A.L. — ¿Qué pasa con los tiempos y con la confidencialidad, que son temas que le preocupan al empresario? El empresario puede decir que va hasta la Universidad de la República y van a ver mis proyectos, mis desarrollos, la información de mi empresa, y a su vez la Universidad no tiene una imagen —hablando de preconceptos, como decía Manta al principio—, de ser una institución muy ágil, y el sector productivo necesita de la agilidad.
A.M. — Sabemos que nos jugamos mucho. Sabemos que aún teniendo en cuenta todo lo bien que hagamos, donde haya un problema por ejemplo, que una empresa sienta que la confidencialidad del trabajo que vino a hacer no fue respetada; el Uruguay es chico e inmediatamente todo lo que uno haya hecho bien se cae abajo. Entonces, los criterios de confidencialidad son muy estrictos para el caso del Polo de Pando y también para la Facultad de Química.
Cuando hablamos de eso, también estamos hablando de lo que ocurre en Gral. Flores que es donde está la Facultad de Química (el Polo Goes).
Y por otro lado está el tema de los tiempos. Hay un esfuerzo que estamos tratando de hacer, y no sólo en Pando sino también en Goes, que es el tema de aggiornarnos a los tiempos que pide la empresa privada. Pongamos que estamos cada vez más cerca de eso. Quizás no vamos tan rápido como quieren las empresas, pero ¡vaya que nos estamos acercando y haciendo los esfuerzos para que cada día esos tiempos se acompasen cada vez más!
A.L. — Manta hablaba hoy de Laboratorios de Innovación dentro de las propias empresas, incluso hay algunos programas, subsidios para que los investigadores que hayan tenido una idea que pueda ser explotada comercialmente; estudiantes de fin de carrera que presentan prototipos o ensayos, se tiren por el camino propio y que sean sus propios empresarios. ¿Ustedes están de acuerdo con eso?
Días atrás un Grado 5 de la Universidad me decía que ellos están años y años formando un investigador y decía que no le gustaba que ese investigador después se vaya a una empresa privada y que abandone la Universidad.
Sin embargo, hay varios programas que están subsidiando ese tipo de pasaje desde la Facultad de Química y desde el Polo Tecnológico de Pando. ¿Cómo ven esta parte del asunto?
E.M. — Es buenísmo, es lo que tiene que hacer la Universidad. No se están cediendo recursos humanos de la Universidad; se está construyendo un país diferente; que son cosas que no se deben confundir.
Estamos tan convencidos de esto que en el Plan de Estudios 2000 de la Facultad de Química, el que actualmente está en curso, existen para algunas de las carreras un conjunto de créditos que apuntan al conocimiento y formación en emprendedurismo, con una base de que no debemos seguir generando buscadores de empleo en un mercado, sino que debemos generar profesionales capaces de desarrollar sus propias ideas. El emprendedurismo ya es una disciplina, son cursos que se dictan en el marco de la Facultad de Química y que están creditizados en algunas de sus carreras.
Por eso estamos absolutamente convencidos: no estamos perdiendo; tenemos que cerrar el círculo. No estamos perdiendo investigadores que se nos vayan a las empresas; estamos generando recursos humanos a las empresas que van a ponerse a innovar en ese lugar y eso va a tener una retroalimentación a nivel del sistema universitario a largo plazo que va a generar convenios y va a permitir formar más gente.
Eso dinamiza a cualquier país. Lo otro, genera compartimentos estancos. Eso es un hecho razonable. Podemos poner en discusión acerca de las personas que le hablaron a usted de esa manera, pero creo que la Facultad ha tomado una política muy definida.
La otra cosa que quiero decir, es que muchas veces cuando hablamos de relacionamiento con los sectores productivos nos olvidamos de lo que son los relacionamientos a tres puntas: el relacionamiento entre la Universidad y el sector productivo, pero la vinculación social del conocimiento, que es el actor que me parece que no ha aparecido en esta conversación.
La Facultad de Química en este momento está desarrollando un emprendimiento extremadamente poderoso, que le va a servir muchísimo al país y que esperamos que tenga una potencia similar a la del Polo Tecnológico, que es un Centro de Biodisponibilidad y Bioequivalencia de medicamentos.
A.L. — ¿Qué quiere decir eso?
E.M. — Eso está basado fundamentalmente en poder determinar cuál es —en sencillas palabras—, la potencia de un medicamento que usted toma en relación a otro que tomas como referencia.
Lo interesante es que este relacionamiento se da entre el Ministerio de Salud Pública que actuó como un articulador muy grande; la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) que buscó determinados tipos de recursos para que esto funcionara; ASSE que puso a disposición parte del Hospital Español y que está creando una infraestructura para eso, y la Facultad de Química que va a poner sus recursos humanos.
Esto va a potenciar muchísimo la industria de medicamentos en Uruguay y evidentemente son los primeros pasos que se están dando y que si bien son la consecuencia de una regulación que ya está en el país, de la necesidad de medir determinadas propiedades de los medicamentos, también va a potenciar — o vamos a ir en el camino —, de que en Uruguay exista en algún momento el medicamento genérico como una herramienta terapéutica nueva que aún no tenemos.
A.M. — Respecto de las iniciativas que la Facultad tiene para impulsar el emprendedurismo formamos parte del Programa Emprender que administra el LATU y la Corporación Nacional para el Desarrollo; y la idea es proporcionar una formación integral, cada uno desde su propia disciplina para lograr impulsar y estimular el emprendedurismo.