El investigador Reto Bertoni explica las características de la matriz energética nacional y aporta elementos para evaluar la estrategia de diversificación a través del desarollo de las energías renovables.
Prof. Reto Bertoni, coordinador de «La matriz energética nacional. Una construcción social»
Un grupo de investigadores del Espacio Interdisciplinarios de la Universidad de la República editaron “La matriz energética nacional. Una construcción social”, una publicación en la cual enfatizan que la matriz energética de un país es fruto de una construcción social que depende, más allá de los de factores técnicos, de factores de orden social, cultural y geopolíticos.
El texto señala que “la matriz energética no se diseña en un laboratorio y se implementa en un taller, es una construcción social y responde al resultado de un juego entre diferentes intereses y relaciones de poder”. Los autores son Virginia Echinope y Mónica Loustaunau de Facultad de Ingeniería, Rossana Gaudioso de Facultad de Ciencias Sociales, Rafael Laureiro de Facultad de Ciencias Económicas, Javier Taks de Faculta de Humanidades y Ciencias de la Educación, y el coordinador es el profesor Reto Bertoni, doctor en Historia Económica.
La investigación fue financiada por el Fondo Universitario y publicada en mayo de 2010, y será uno de los temas centrales de la mesa redonda del próximo jueves 9: “La matriz energética nacional. Un enfoque interdisciplinario”, organizada por el Espacio Interdisciplinario de la Udelar y en la que participarán Bertoni y Echinope por el grupo de investigación, el director Nacional de Energía Ramón Méndez, el docente de Facultad de Ciencias Marcel Achkar y el docente de Derecho Ambiental Marcelo Cousillas.
Reto Bertoni, profesor de Historia especializado en Historia Económica, es investigador del Programa de Historia Económica y Social de la Facultad de Ciencias Sociales y coordinador del proyecto de investigación que resultó en la publicación. En la siguiente entrevista
Alejandro Landoni – En el trabajo presentan a la matriz energética como una construcción social. ¿A qué se refieren?
Reto Bertoni – La matriz energética es una de las manifestaciones de las sociedades tratando de organizarse para satisfacer necesidades. Desde el origen de la especie humana se ha dado así. Es decir, la necesidad de satisfacer con energía desde afuera del cuerpo, de las personas, algunos de los requerimientos básicos corporales o culturales, hace que las sociedades construyan algunos modelos energéticos para dar cuenta de eso.
De manera más sencilla: las sociedades necesitan para su subsistencia y reproducción energía, y se organizan para proveerse de esa energía. La manera en que lo hacen es lo que determina los distintos modelos energéticos a lo largo de la historia de la humanidad. En ese sentido no se trata sólo de una serie de decisiones técnicas en cuanto a cómo proveerse mejor de energía, sino que hay factores de orden social y cultural que determinan la forma en la cual se produce y se consume la energía.
Eso es lo que hace que hablemos acerca de que la matriz energética en última instancia es una construcción social.
A.L. – Es un enfoque interesante ya que durante muchos años se dijo que la energía se compraba en el lugar más barato sin importar si se traía del exterior o si se generaba en el país. Lo importante era que llegara a tener un costo accesible para la población.
R.B. – Es verdad. Esto que usted señala es muy bueno verlo en perspectiva histórica ya que esa concepción de la energía como mercancía, como commoditie, predominó en nuestra región en los años ’90 y se implementaron instrumentos de integración energética regional creyendo que la energía más barata era la que se iba a utilizar en los distintos países de la región.
Así por ejemplo, construimos dos gasoductos que hoy prácticamente están sin utilización o muy subutilizados, porque se pensaba que el gas natural iba a llegar a nuestro país de acuerdo a los precios relativos que en aquel momento tenían los energéticos. Sin embargo, la historia nos ha mostrado que no se trata solamente de factores de precio los que determinan la utilización de la energía, sino que la energía en sí misma es un insumo estratégico, que tiene muchos aspectos de geopolítica para poder entenderlo.
Entonces, la geopolítica y el relacionamiento de las sociedades con la energía, trasciende mucho más allá de un mercado. El mercado solamente es expresión de las decisiones que toman las personas, los grupos, las clases y en última instancia las sociedades representadas por sus gobiernos.
A.L. – En este sentido el país es fuertemente dependiente del petróleo pero también de la energía que se genera a nivel de los recursos hídricos. ¿Esta es una falencia de la matriz energética nacional, es una debilidad?
R.B. – Ese es un problema sí. Es un problema histórico para el país en el siguiente sentido: las dos formas de energía moderna básicas, a lo largo de todo el siglo XX y aún hasta ahora, son los derivados del petróleo y la electricidad. Eso es lo que mueve al mundo, eso es lo que mueve a nuestro país.
Ahora bien, en nuestro territorio no tenemos petróleo, ni carbón ni gas natural, al menos por ahora, y esto ha sido un problema históricamente para el país porque lo hace muy dependiente del extranjero, para proveerse de esa energía moderna que son los derivados del petróleo.
Una primera forma de disminuir la dependencia energética fue apostar a los recursos autóctonos, y particularmente a la hidroelectricidad. En la segunda mitad del siglo XX, primero Rincón del Bonete, después Baygorria, después Salto Grande y luego Palmar fueron proveyendo al país de una fuente de energía eléctrica nacional y autóctona. Esto disminuyó la relación de dependencia energética con el extranjero, es verdad, pero nos hizo muy dependientes de la hidroelectricidad y un problema que tiene nuestro país en este sentido es que el caudal de los ríos depende mucho del comportamiento pluvial, del comportamiento de las lluvias en las cuencas. Tenemos años en que prácticamente toda la energía eléctrica es provista por las centrales hidroeléctricas y aún nos queda resto para exportar, y hay años en los cuales tenemos que importar mucho petróleo para poder abastecer las centrales térmicas, porque la cota de las represas baja más allá de lo que le permiten generar.
Entonces, hemos logrado cierta independencia energética con la hidroelectricidad, pero ha sido muy incierto el comportamiento de las centrales hidroeléctricas y esto también nos genera un problema, porque el año que no se produce hidroelectricidad en cantidad suficiente, hay que salir a comprar petróleo de manera urgente y a veces no a los mejores precios porque no ha sido prevista su compra.
A.L. – ¿Estas son razones fundamentales para cambiar la matriz energética como ahora se está intentando?
R.B. – Creo que sí. Creo que es necesario encarar la transformación de la matriz energética, creo que es correcta la estrategia que se ha trazado a nivel de la Dirección Nacional de Energía y Tecnología Nuclear, en función de diversificarla. No porque la diversificación sea buena en sí, porque a veces la diversificación puede traer también sus problemas, pero sí es una cuestión de diversificar riesgos.
Es decir, si lo queremos plantear en términos económicos: tener distintas fuentes de provisión de energía hace que seamos menos dependientes de cada una de ellas de manera individual y esto es relativamente bueno. Entonces, la estrategia de diversificar la matriz energética creo que es adecuada en ese sentido.
A.L. – En el trabajo plantean que un país chico como Uruguay tiene que cuidarse mucho de la diversificación ya que insume inversiones millonarias, y en esencia, por esa inversión en infraestructura, podían hacer que la energía fuera más cara para el consumo de los uruguayos.
R.B. – En eso hay que enfatizar que la matriz energética es una construcción social. No puede medirse exclusivamente en términos de eficiencia económica, sino de decisiones de orden político y estratégico.
Para un país pequeño como Uruguay la diversificación es complicada porque la demanda de energía es relativamente pequeña y hay algunas soluciones tecnológicas que ameritan escalas de producción de energía muy por encima de lo que el país podría consumir. Por ejemplo, uno de los temas candentes es él de la energía nuclear, pero también lo tenemos con el proyecto de la regasificadora. Es decir, con la posibilidad de importar gas natural licuado y volver a hacerlo gas en una planta en nuestro país.
El tamaño de la inversión y la escala de producción de esas plantas hacen que tengamos que contar con Buenos Aires como demandante de ese gas para que sea realmente plausible la inversión.
Entonces, si bien hay que diversificar la matriz energética, y esa es la estrategia correcta, hay que tomar decisiones y a veces son decisiones que trascienden la racionalidad económica en cuanto adónde apostar. No se puede tener una planta regasificadora, una planta nuclear y una planta de producción de energía eléctrica a partir de carbón. Las tres sobran para Uruguay. Hay que hacer o la regasificadora o traer el gas de Bolivia, pero las dos cosas tampoco caben.
Hay una serie de decisiones que son inevitables hacerlas, que se hacen en un ambiente de incertidumbre grande hacia el futuro, y por lo tanto, ameritan decisiones políticas en el mismo nivel que las decisiones económicas o técnicas.
A.L. – Cómo investigadores de la Universidad de la República, ¿cómo ven el proceso que se está dando en el Uruguay de diversificación de la matriz energética y particularmente de apostar a las energías renovables?
R.B. – Parece absolutamente lógico que un país que cuenta con recursos autóctonos para generar energía, particularmente la energía eléctrica, los utilicen. Eso no cabe duda que es correcto, como fue correcto en su momento apostar a la hidroelectricidad. No obstante, para que esta estrategia tenga los réditos más adecuados y que sea realmente bueno para el país, implica una fuerte incidencia de los técnicos en la toma de decisiones y una definición de carácter social de la energía.
Estos dos aspectos, que parecen estar tan lejanos uno del otro, en nuestro equipo de trabajo, donde hay dos ingenieras, dos economistas, un antropólogo y un historiador económico, surge a las claras que las variables a tener en cuenta en el momento de las decisiones no son disciplinarias. No pueden definirse disciplinariamente.
Hay una cuestión técnica y es la escala de producción. Hay una cuestión social que es el acceso a la energía de todos los sectores sociales y hay una cuestión política que es cómo se concibe la energía desde el punto de vista de las políticas públicas.
Entonces, ¿qué es lo que se ha hecho?, ¿qué es lo que se está haciendo?, ¿qué es lo que se pretende hacer para el futuro antes de la estrategia energética del Ministerio de Industria y Energía?
Creo que es correcto en general apostar a la diversificación. Creo que la apuesta a los recursos renovables, especialmente a la energía eólica y la biomasa, tiene que ver muchísimo con la dotación de recursos del país y eso la hace muy fuerte.
Lo que todavía no queda del todo claro es cómo se va a regular esto en el futuro, porque la incorporación tanto de la biomasa como de la eólica se hace a través de emprendimientos privados. La regulación de esos emprendimientos privados todavía está “en pañales” y hay algunas críticas que surgen desde la propia sociedad civil entre las cuales se dice que quizás estemos reduciendo nuestra dependencia energética desde el exterior con la energía eólica o con la biomasa, pero estamos aumentando nuestra dependencia energética de actores privados, que pueden cobrar mucho poder en la provisión de energía.
Desde tiempos inmemoriales la producción de energía tiende a ser monopolio natural, por las fuertes barreras a la entrada por la gran inversión inicial y por la dificultad de la competencia en ese ámbito.
Entonces, la creación de un sistema de generación concretamente de energía eléctrica por parte de actores privados implica una gran inteligencia -y aquí entra la política en el juego- en el diseño de los modelos de regulación que se pongan en marcha.
A.L. – Por el momento se han licitado a privados lugares de generación de energía de distinto tipo que son pequeños. Ahora está en marcha una licitación un poco más grande para energía eólica pero, ¿eso puede ser una manera de protegerse contra este posible oligopolio que se podría formar?
R.B. – Efectivamente, creo que es muy inteligente esta posibilidad e inclusive la reglamentación que está en marcha -está a punto de salir o ya salió- de la microgeneración a nivel urbano, que permitirá que cuanto más sean los ofertantes haya más posibilidades de generar regulaciones que no estén dirigidas a uno, dos o tres grandes proveedores.
En ese sentido, uno de los factores esenciales que debería tenerse en cuenta en el futuro es que la producción de energía no debería quedar en manos de fuerzas oligopólicas o monopólicas privadas.