Las autoridades admiten que no hay información sobre los casi 5.000 jóvenes que integran las Divisiones Formativas de los clubes profesionales registrados en la Asociación Uruguaya de Fútbol.
Unos 5.000 jóvenes integran actualmente las Divisiones Formativas de los clubes profesionales que están registrados en la Asociación Uruguaya de Fútbol. Las autoridades admiten que sobre esta población no hay diagnósticos, no hay información consistente y tampoco hay relevamiento de datos básicos para tomar decisiones.
Tal como lo refleja el nombre del ciclo “M’ hijo el futbolista”, los jóvenes, sus familias, sus padres, los contratistas y también las instituciones, muchas veces generan grandes expectativas sobre la formación de un futbolista, pensando en la posibilidad de que sean estrellas de fútbol y puedan ser vendidos a un país extranjero — básicamente a Europa —, para hacerse millonarios.
Lamentablemente, las cifras indican que el 95% de los que empiezan jugando al fútbol en alguno de estos cuadros vinculados a la AUF, nunca va a llegar a jugar en Primera División, y que tan sólo uno de cada 200 va a concretar el sueño de este pase que les podría salvar la vida.
En el marco del ciclo sobre formación de los futbolistas juveniles, Producción Nacional quiso mostrar la opinión de los técnicos, —no los directores técnicos —, sino los trabajadores sociales, los sicólogos que trabajan con estos jóvenes atendiendo su formación no sólo como personas, sino también como futbolistas.
Alejandro Landoni — Usted es una persona joven. ¿Cuántos años tiene?
María Inés Firpo — 25 años.
A.L. — ¿Qué la llevó a trabajar con futbolistas?
M.I.F. — Digamos que nací adentro de una cancha…
Empecé a estudiar la carrera de Asistente Social y bueno como futbolera que soy, tuve la inquietud de investigar sobre este deporte. Eso me llevó a recibirme con la monografía de “La intervención del Trabajo Social en el fútbol”, y a gracias a ella ingreso el año pasado a trabajar en las Divisiones Inferiores de Danubio.
A.L. — ¿Cuándo dice que nació dentro de una cancha qué quiere decir? ¿Tiene familiares vinculados?
M.I.F. — Tengo familiares que están vinculados a la dirigencia, futbolistas frustrados.
Mi padre es dirigente del Club Progreso de Paysandú y prácticamente me crié en Progreso.
A.L. — ¿El hecho de ser mujer y joven la ayuda en el trabajo o es un problema?
M.I.F. — Tiene sus pro y sus contras, pero uno tiene que hacerse respetar. Mi experiencia en ese ámbito me ha ayudado a lidiar con esas cosas.
En el año 2003 y hasta el año 2007 fui delegada en el Paysandú Fútbol Club. Cuando Paysandú participó en el fútbol profesional ante la Asociación Uruguaya de Fútbol también estuve.
A.L. — ¿Tenía 20 años?
M.I.F. — Sí, recién había venido a estudiar a Montevideo y como Paysandú era un proyecto de diferentes clubes, 18 de Paysandú que formaban Paysandú Fútbol Club, ingreso a la AUF como delegada y estoy allí hasta que “bajan las cortinas” por problemas técnicos y Paysandú deja de participar en el fútbol profesional.
A.L. — ¡Qué bien! La preparación de una mujer y joven en el fútbol, que para mí es un ambiente bastante machista…
M.I.F. — Bastante machista. Pero creo que la experiencia de haber nacido y haberme manejado siempre en ese ambiente me ha ayudado a lidiar con esta tarea y creo que también ser mujer tiene sus ventajas a la hora de trabajar.
A.L. — ¿Por ejemplo?
M.I.F. — Una cosa de más respeto. Trabajás de otra forma con los chiquilines, por lo menos yo lo manejo mucho desde ese lado.
A.L. — Morales, ¿usted es ex futbolista?
Diego Morales — ¿Por lo frustrado dice usted?
No, fui futbolista amateur. Creo que todos en el Uruguay somos técnicos, supongo que todos debimos de ser antes futbolistas amateurs.
A.L. — ¿Le hubiese gustado dedicarse al fútbol profesional?
D.M. — No sé si en definitiva hubiera ido conmigo. Creo que la parte del desarrollo del pensamiento y el análisis situacional de las cosas finalmente me terminó atrayendo más que otros factores. Creo que el deporte obviamente lo llevamos en la sangre, sino tampoco podríamos dedicarnos a esto, más en un club profesional de alta exigencia como es Defensor.
Lo que siempre tuve presente fue que el día que me lesioné (una lesión seria de rodilla, en años en los que creo que ustedes todavía no eran nacidos), la recuperación era imposible de llevar adelante en ese momento y me quedó aquella consigna de algún día poder trabajar para los muchachos deportistas, de un modo que en aquel momento yo creía que no existía. Aquello que ocurría con nosotros, cuando nos daban una aspirina, nos decían: “Volvé cuando estés sano y pisá fuerte” y de pronto tenías una fisura de peroné y se te salía la pierna para un costado.
En aquellas épocas era todo muy distinto y siempre apunté a llenar ese vacío, hasta que encontré mi veta profesional en años difíciles para el Uruguay estudiando en el extranjero, y fue allí que me empecé a dedicar al fútbol.
A.L. — ¿En Defensor hace cuánto tiempo que está?
D.M. — Hace más de 14 años. Estaba trabajando en el fútbol de la Argentina, en la Asociación del Fútbol Argentino; en una Escuela de Árbitros de Argentina; en los cursos de técnicos, y en clubes tanto de Primera B (Nacional B), como de Primera División (Racing de Avellaneda y otros más).
Ahí me llaman para la Selección mayor nuestra y a mi llegada a Montevideo es como todas las cosas en el fútbol nuestro, lamentablemente parecía un vuelo tan corto el proyecto que no ameritaba ni considerarlo.
Ahí surge el interés de Defensor y a partir de allí nos pusimos en contacto con el señor Eduardo Arzuaga, de absoluto acuerdo y con un placer enorme porque trabajar en esa institución…
A.L. — ¿Y por qué las Instituciones Defensor y Danubio consideran importante trabajar con profesionales como ustedes? ¿Por qué es importante tener un sicólogo en el equipo de las Divisiones Formativas o un asistente social?
D.M. — Creo que los hechos no ocurren porque sí. Si bien hay un quantum de situaciones que podemos decir que aleatoriamente se resuelven a favor o en contra; creo que las cosas tienen un porqué. No casualmente Danubio y Defensor están lidiando con montones de aspectos dentro del fútbol uruguayo, inclusive muchos más de los que la gente es consciente y muchos menos de los que deberían.
¿Por qué? Hablo de la institución a la que pertenezco, donde se ve que hay una coherencia direccional, hay una ética moral-deportiva, donde se estila trabajar de un modo y se tiende a trabajar de ese modo y a veces nos damos cuenta que nos damos contra la pared frente a la realidad, frente a los sucesos que ocurren en nuestro fútbol y en nuestro país, y sin embargo, nosotros tratamos de mantener esa pauta.
Entonces, no es algo eventual o casual que justamente las instituciones que tienen mayor desarrollo a nivel de juveniles; que proveen de más jugadores al mercado; que comercializan el mayor número de jugadores y que han tenido trascendencia deportiva aún mayor que los equipos tradicionales de nuestro medio en los últimos años, sean los que llevan también un estandarte en una etapa en donde lo más difícil dentro del fútbol de nuestro país parece ser pensar.
Y si usted asocia la palabra pensar con la palabra de un asistente social o de un sicólogo, es algo como tétrico para el resto de la gente y difícil económicamente para todos, porque todo es cíclico en la vida… En un momento Danubio, en otro momento nosotros podemos tener más respaldo económico, menos respaldo económico; todo tiene un costo en la vida.
Creo que mi institución hace una inversión sabiendo que por otro lado va a recuperar esa inversión en un producto final.
Trabajo desde la Sicología, trabajo en el Deporte y junto con Juan Autchain trabajamos procurando producir jugadores de fútbol. Para eso nos pagan.
A.L. — Lo mismo decía el presidente de las Juveniles de Danubio, Daniel Lindner: “Nosotros somos como una fábrica donde la materia prima es el futbolista”.
¿Cómo lo ve Firpo? ¿Cuál es el interés de la institución de Danubio en tener un asistente social?
M.I.F. — Creo que tiene que ver con eso básicamente, en formar al futbolista integralmente, como ser bio-sico-social, creo que ahí está el quid de la cuestión.
Creo que el futbolista tiene ciertos problemas del contexto que afectan su rendimiento deportivo y por eso también el club nos contrata para realizar esa tarea. Llamémosle: alimentación, educación, exigencias, presiones familiares, de entrenadores, que lleva a que el rendimiento no sea el óptimo para el futbolista.
Entonces, desde mi profesión trabajamos para lograr el óptimo rendimiento, y sí es una fábrica y sin dudas se invierte en ese jugador.
A.L. — El tema de las presiones parece ser un tema súper importante.
D.M. — Si me permite quisiera agregar algo a lo que ella comentaba. Es exacto lo que ella dice, pero aparte hay una situación que se repite día a día y que va creciendo, que muestra el cambio de la situación de los jugadores de fútbol de las décadas de los ’60, ’70, ’80 hasta ahora.
Las exigencias que tienen los chicos hoy por hoy son muchísimo más grandes que las que teníamos todos nosotros, deseosos de ser jugadores de algún deporte, y la realidad en que vivíamos era totalmente distinta. Nosotros vivíamos en nuestro barrio, jugábamos con nuestros amigos y nos trasladábamos todos juntos a jugar.
Ahora, son edades absolutamente irrisorias en las que un padre entrega al hijo de 12 o 13 años a una institución que no conoce, a gente que no conoce para que manejen el futuro de mi hijo.
Estoy diciendo “el futuro de mi hijo”, o sea que eso es más serio y va mucho más allá que el concepto deportivo que podamos lograr, el éxito o el fracaso. Es decir, estamos hablando del destino de la persona.
A veces discuto con los padres de los chiquilines de la institución, porque no puede ser que haga tanto tiempo que su hijo esté en Defensor y no nos conozcamos, nunca hayamos hablado. A veces llamo a propósito al Interior para hablar y cuando me preguntan “¿Quién habla?”, les digo: “Habla Fulano, el responsable de tú hijo”. Si fuera a la inversa y entregara a uno de mis hijos a una institución, ¡pobre de la institución! Los tendría locos sin lugar a dudas. Es un capital demasiado precioso.
M.I.F. — En el Interior se capitaliza más por la distancia también.
En el club por ejemplo, con las casas destinadas para los chicos del Interior —, es como una especie de… si bien hay padres que se preocupan y están continuamente en contacto conmigo, ni bien los chicos ingresan a la casa tengo entrevistas con ellos, con los padres y estamos en continua comunicación; pero es como que se descansan por saber que sus hijos están allí.
Es muy difícil, también el desarraigo que los chiquilines traen con 13 o 14 años y a veces más chicos; toda la problemática por supuesto que es difícil y el tema de los padres y de las presiones y la exigencia es un tema muy complejo y lindo para trabajar.
A.L. — ¿Cómo trabajan con este tipo de cuestiones?
Porque imagino que el joven debe de tener una expectativa enorme, una ansiedad brutal y todo un conjunto de gente que están encima de él para que le vaya bien en el fútbol porque puede ser la salvación de todos.
Un preparador físico me decía que a veces en las tribunas de las divisionales más chicas, hay más contratistas viendo los partidos que familiares o público en general.
¿Cómo trabajan ustedes con las presiones de este tipo?
D.M. — Lo que usted dice es verdad, a veces en los momentos de práctica había más gente en las tribunas, que gente del club trabajando. Irónicamente entro con mi presencia un tanto voluminosa y me acerco y les digo: “Buenas tardes, ¿qué están haciendo?, ¿por qué están acá?” un poco averiguando atrás de qué jugadores están o representando a quiénes. Todo eso al cabo del tiempo se tornó más común.
Particularmente nosotros la problemática la abordamos apuntando a que el chico tenga claro el discurso. Es increíble pero hablamos de que ya con 13 años aparecen listas de representantes atrás de ellos que les prometen de todo. Les digo, “OK, muchachos primero vamos a hacer funcionar la cabeza”. “Por respeto, escuchemos a todos y no nos comprometamos con nadie”. “El que tenga el gran negocio de nuestra vida va a aparecer, porque se va a tener que dar”.
De lo contrario, deben presentarles un objetivo de trabajo, de seriedad, de educación, de respeto institucional para sus propias metas y objetivos, no dejarse llevar por cualquiera que viene de afuera a prometerles un montón de cosas que después ninguno cumple o son muy pocos los que llegan a cumplir.
A parte de ser muy pocos los que pueden llegar a cumplir, están las cifras que usted dio al principio, son muy pocos los que realmente llegan, porque no hablemos del jugador de fútbol que llega solamente en Primera División a nuestro mercado. Ese es un logro promedio porque económicamente no va a llegar a cristalizar grandes cosas, salvo que de repente pueda acceder a los dos, tres o cuatro de los mejores clubes del mercado. De lo contrario, terminan jugando en clubes donde apenas tienen ingresos como para subsistir.
Es decir, la diferencia se hace obviamente viajando al extranjero y son tan pocos que los podemos contar.
A.L. — Parecen muchos, pero en realidad son uno de cada 200 estadísticamente.
D.M. — Exacto y aparte se trabaja como decimos en Sicología sobre “imagos” (situaciones fantaseadas de: “Vos ubicado en tal lugar, en tal rol…”), pero ¿cuánto dista de esa situación?
Entonces, hay que decirles: “Muchachos, bajemos los pies a la tierra, escuchemos todo por conveniencia e interés personal, pero también seamos coherentes y trabajemos sobre los obstáculos”.
Los obstáculos se nos están presentando todos los días. Nadie está tocado con la varita mágica de modo de que lleguen y automáticamente digan: “Hoy me dedico al fútbol, mañana tengo un contratista y pasado me colocan en Europa”. No conozco ningún caso de esos y hace más de 20 años que trabajo en el fútbol de Primera División.
Es muy difícil congeniar con eso, pero es más difícil hacer pensar y congeniar con las familias.
Es harto difícil, porque cuando yo me pongo en la mente de una familia, o de un matrimonio que tiene cinco hijos, o que tiene un sólo hijo y emigra a Montevideo desde el Interior para jugar en “X” club, ellos piensan que ya llegó, que a partir de ahora es cuestión de esperar y nada más. Y… no es tan sencillo.
M.I.F. — Es mucha la expectativa que se deposita en esos jugadores y por eso creo que hay que trabajar sobre los discursos y trabajar sobre que el chiquilín esté bien posicionado y que sepa que porque esté en la Sexta o en la Séptima de un club grande como puede ser Defensor o Danubio, no significa que se haya salvado económicamente.
Es de suma importancia trabajar con la familia sobre este aspecto, porque ellos creen que mágicamente a través del chiquilín se va producir el cambio sustancial y que económicamente y va a ser la salvación de la familia.
D.M. — Claro, tenemos que revertir una historia nacional donde las frustraciones personales de todos nosotros puestas en nuestros trabajos, en las cristalizaciones de nuestros éxitos, las trasladamos como frustraciones a nuestros hijos. Entonces, queremos que nuestro hijo sea el “crack”… “M’ hijo el doctor”.
Y, ¿quién paga las consecuencias? Las pagan los chicos, porque aparte hay que verlos, sobre todo los que están en categorías menores, y hay que ver las expectativas de cada fin de semana y hay que ver el nivel de frustración que acarrean cuando los éxitos deportivos no se dan; cuando hay una lesión de por medio que los quita del partido; cuando un técnico no los toma en cuenta. Son frustraciones que a nosotros nos afectan, nos duelen y son situaciones que tenemos que manejar como lógicas, porque forman parte del aprendizaje del rol deportivo.
Es decir, no todo es éxito; no todas las pelotas que tiro al arco son gol, ni todas las que vienen a mí como golero las voy a atajar. Existe la contrariedad como dualidad de criterio y en todo aspecto de la vida.
Es muy difícil que ellos puedan sustentarse y manejarse en estadios más o menos completos durante mucho tiempo, y entonces son cíclicos; van y vienen. A veces dicen: “Este jugador hoy jugó bárbaro”, y al partido siguiente dicen: “fue un desastre”, porque son muy jóvenes. Son demasiado jóvenes y aparte cuando uno los conoce en las canchas o los ve en la televisión se olvida que a nivel familiar son muchachos, no diría niños, pero son adolescentes o pre-adolescentes.
En el caso de Defensor hasta hace poquitos días estaba Leonardo Cabrera, de 17 años, que hoy está en el Atlético Madrid Leonardo Cabrera. Tiene 17 años y una actitud fuera de la cancha e incluso dentro de la cancha… los logros más importantes tanto de él como de Diego Rodríguez de la Sub 20, como de Robert Herrera de la Sub 20, son muchachos tan jóvenes venidos del Interior en la inmensa mayoría. Uno díce: ¡Qué difícil es mantener esa actitud seria, responsable y constante durante 90 minutos cuando se es tan joven!
Porque justamente en la juventud prima esa ciclotimia: hoy estoy bien, a los cinco minutos estoy aburrido… y nosotros les preguntamos: ¿Pero cómo?… esa contrariedad que tenemos todos los padres con nuestros hijos y que lo vemos con ellos y cómo se llegan a frustrar. Estamos acostumbrados a verlos como hombres, proyectando sus pases y cosas por el estilo, cuando en realidad, son apenas niños.
A.L. — A nivel de las Divisiones Formativas, ¿se trabaja para ganar los partidos o para formar los futbolistas?
María Inés Firpo decía que la idea es formar al futbolista integralmente. Ahora, también se trabaja para ganar. ¿Cómo definen ustedes los objetivos en las instituciones donde trabajan?
D.M. — Yo por mi formación institucional, estoy de acuerdo con lo que dice ella. Siempre trabajé y apunté mi trabajo como sicólogo formador. Apuntamos a formar al deportista como ser humano y como toda vicisitud de la vida si llega a ser un gran deportista exitoso, bienvenido.
Si lo podemos vender en “X” millones de euros, mejor; pero de lo contrario, cumplir con un proceso moral e institucional que tenemos todos los defensoristas para con nosotros mismos.
Los jugadores que entran a la institución son hijos nuestros, los vivimos como tales, queremos lo mejor para ellos y no es sólo ganar dentro de la cancha de fútbol.
Yo les digo a los chicos que la cancha de fútbol es un poco el espejo de la vida. O sea, si andamos bien en la cancha, andemos bien afuera. Si andamos bien afuera, vamos por ende, a andar bien adentro.
El tema es que hay técnicos o instituciones que propugnan que las Formativas tiendan solamente a ganar.Les interesa el resultado, y hay otras, como es nuestro caso y parecerá irónico pero si Usted va a Pichincha y nos pregunta a todos nosotros, desde Juan Autchain que es el coordinador general a cualquiera de los técnicos, en qué posición estamos o cómo vamos en la Tabla General, de las puntuaciones en la tabla de las categorías de Formativas realmente no sabemos. En Defensor no va a encontrar nunca en nuestros lugares de trabajo una Tabla de Posiciones.
A.L. — Le preguntaba porque justamente en setiembre habrá un congreso de Sicología en el Deporte cuyo título es “El arte de preparar la mente para vencer”, y me imagino que un deportista de máximo rendimiento debe tener la mente preparada para vencer…
D.M. — “Para vencer”, creo que es un término bastante duro que da lugar a reanalizar el concepto de la presentación del congreso. Uno vence al cabo de la vida cuando fue un buen deportista, fue un buen ser humano, fue un buen hijo, un buen padre, es un buen profesional.
Aparte hay otra cosa, si apuntamos a formar jugadores de fútbol no podemos depender de algo tan banal y tan etéreo como puede ser el éxito o el fracaso, porque eso nos puede tirar abajo todo un proyecto o lo puede revivir como posibles campeones y personajes exitosos cuando en realidad no lo somos y después no vamos a poderlo sustentar en el tiempo tampoco.
A.L. — Ahora en el fútbol, el que emboca la pelota adentro del arco, gana.
D.M. — Ese es el que gana.
A.L. — Y el otro es el que pierde.
D.M. — Eso sí.
A.L. — O sea que hay en esencia…
D.M. — Y en matemáticas tres puntos son tres puntos, un punto es un punto y cero es cero. Eso es obvio. El asunto es el objetivo que buscamos tras eso.
M.I.F. — Claro, a largo plazo. Es trabajar mucho más desde la docencia con los futbolistas, más que estar enfocado al resultado o a la consagración de un Campeonato, porque el fracaso resulta mucho más inmediato si solamente nos enfocamos en los resultados y en la concreción de un campeonato por ejemplo.
D.M. — Aparte hay una cuestión de hecho. Si uno trabaja bien, los éxitos van a venir. Junto con los éxitos vienen los triunfos, entonces obviamente que es más fácil formar cuando uno gana que cuando uno pierde. Los vestuarios son distintos; los diálogos con los chicos o con los profesionales son diferentes, pero cuando uno trabaja bien se aproxima mucho más al éxito que apostando a algo eventual.
Los grandes personajes del fútbol en nuestro país o en todo el Río de la Plata, se daban en función de éxitos a largo plazo, de reconfirmaciones de campeonatos, de trayectorias deportivas importantes. Ahí llegaban a ser grandes figuras. Es decir, que trabajando por la buena línea, los éxitos van a llegar.
Lo que pasa es que en nuestro medio hemos primado el éxito pasajero que es algo mucho más etéreo, que los éxitos a largo plazo. Hoy, todo es más mediático, todo es más rápido. Los torneos son más comprimidos, más chiquititos y resulta que los equipos que hoy son maravillas, hace un mes atrás no existían y capaz que dentro de un mes no existen.
Pero sin embargo, usted analiza las tablas y mira las Formativas o mira las Tablas de Primera, salvo un año bueno, un año malo — como hemos tenido todos los equipos —, hay ciertos equipos que están siempre y, en Formativas hay particularmente dos, que son los que estamos aquí en la mesa, que estamos siempre.
Entonces, más allá del éxito o del fracaso, el buen trabajo te aproxima más al éxito que algo eventual
A.L. — Hablando sobre la educación nos decían que la mayor parte de los futbolistas cuando empiezan a vincularse con la institución particular, van al Liceo, pero después se les vuelve “cuesta arriba”.
Las autoridades del Codicen informaron en estos días que en las zonas vulnerables económicamente, sólo uno de cada diez de los chiquilines que van al Liceo, termina el Liceo.
A los futbolistas no les vamos a decir que tienen que estudiar, cuando en realidad hay un promedio bastante bajo.
M.I.F. — No podemos exigir más de lo que la sociedad exige.
A.L. — Defensor y Danubio se preocupan mucho por la educación y porque los chiquilines vayan al Liceo, y es obligatorio sobre todo para los chiquilines que viven en las casas de las instituciones que vienen del Interior.
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Puede acceder a las fotografías del rodaje del programa de Producción Nacional en TV CIUDAD sobre la formación de futbolistas juveniles de Danubio F.C. haciendo click aquí.