Buscan identificar situaciones de vulnerabilidad frente a cambio climático

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La variabilidad del clima y el cambio climático pueden afectar la producción agropecuaria de nuestro país. La ingeniera agrónoma Gabriela Cruz, especialista en Agrometeorología, explica su perspectiva.El cambio climático y la variabilidad del clima son los mayores desafíos ambientales que está enfrentando la humanidad para su supervivencia. Sus efectos pueden alcanzar a todas las actividades económicas y sociales. Esta visión fue establecida el Poder Ejecutivo en mayo del año pasado cuando creó el Sistema Nacional de Respuesta al Cambio Climático.

En este marco, nuestro país debe prepararse no sólo para contrarrestar los efectos dañinos que ya existen en sectores sustanciales de la economía —como por ejemplo, la agropecuaria, el turismo, la salud y varios más—, sino que además deberá adaptarse a los posibles cambios futuros, algunos de los cuales las autoridades dicen que podrían ser irreversibles.

Particularmente la variabilidad del clima y el cambio climático puede afectar la producción agropecuaria. En Uruguay la actividad agropecuaria es la base de la economía y de ahí surgen los principales productos de exportación. La gran mayoría de los establecimientos son a cielo abierto, por lo tanto los períodos de inundación como hubo este año o la sequía extraordinaria del año pasado; todo esto está afectando al sistema ganadero y agropecuario del Uruguay.

Para los investigadores académicos este es también un tema de preocupación. La ingeniera agrónoma Gabriela Cruz, docente de la Facultad de Agronomía, especialista en Agrometeorología, master en Ciencias Agrarias; integrante del espacio interdisciplinario en el grupo de Respuesta al Cambio y a la Variabilidad Climática en Sistemas de Producción, explicó en Producción Nacional cuál es el enfoque de la academia respecto a los efectos del cambio climático en la producción agropecuaria.

Alejandro Landoni – Recuerdo cuando vino el economista Andrés Barreneche de la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama) a presentar un informe sobre los impactos que tiene la variabilidad del clima y el cambio climático en nuestro país, nos dijo que en el mejor escenario de aquí al año 2100, las sequías y las inundaciones iban a hacer que la sociedad uruguaya pusiera US$ 150 millones por año en mitigación, y en el peor escenario unos US$ 250 millones por año. ¿Hay preocupación en la academia por la variabilidad del clima y sus efectos a nivel agropecuario?

Gabriela Cruz — Sin dudas, más que preocupación en el sentido de que una situación de cambio climático como es diagnosticada a través del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), que es la autoridad mundial académicamente en ese tema, en donde ya expresaron los científicos que en parte de la diferencia de temperatura que tenemos en cuanto al aumento en términos globales, hay un componente debido a la acción del hombre.

Eso ya es una preocupación, por supuesto, pero aunque eso no existiera, en las situaciones históricas pasadas, los eventos meteorológicos extremos, que es lo que normalmente conocemos como “variabilidad climática”: inundaciones, sequías que es lo que mencionaba al principio; que producen consecuencias en términos sociales, productivos, económicos… han sucedido desde siempre en nuestra historia.

A.L.— ¿Ocurren más ahora que antes?

G.C. — La información meteorológica indica que sí, que la frecuencia aumentó.

Los análisis que comparan períodos climáticos diferentes — períodos de 30 años; con eso hablamos de clima—; indican que hay un aumento de la frecuencia de los eventos extremos.

El asunto es no solamente el evento extremo y el aumento en la frecuencia, sino los efectos y la respuesta en términos de sociedades que eso tiene. Es decir, un evento extremo que suceda en un lugar donde no hay personas y no hay ningún sistema capaz de registrarlo y ser afectado, directamente o no se conoce o no interesa. Lo que sí interesa es cuando esos eventos tienen un efecto importante, por ejemplo, en sistemas ganaderos-pastoriles, que es en lo que trabajo.

En este sentido el evento seca, —que es un fenómeno muy sentido en toda la campaña y en toda la sociedad uruguaya porque las consecuencias se ramifican después a todos los otros sectores de la sociedad—, es hasta temido y sus consecuencias son conocidas. Tiene efectos en las pasturas, que es la base para el ganado; no sólo en el agua que el ganado bebe sino en el alimento, y por lo tanto en lo que es capaz un sistema de sostener en cuanto a cabezas de ganado, y eso implica que se tenga que faenar más y que se puedan faenar categorías que son las que posteriormente van a reponer el rodeo. O sea que eso tiene un montón de consecuencias que son muy importantes.

Entonces, en este sentido el enfoque que nos llevaría al análisis de la variabilidad climática por ejemplo a través del efecto de la seca, sería un estudio que integrara el evento meteorológico en sí (que es lo que usted mencionaba acerca de que llueve poco), pero también el resto que está involucrado, como por ejemplo en este caso, la pastura, el ganado, que están en determinados suelos que también son diferentes, los sistemas productivos que se desarrollan en torno a eso y la interacción con las personas, en este caso con los productores ganaderos y con el resto de la sociedad también.

A.L. — Es interesante ver que el sistema pastoril-ganadero involucra no sólo a la pastura y al animal sino también al productor y a las personas que forman parte de ese sistema.

G.C. — Eso es fundamental; es tan fundamental como el evento meteorológico y como la parte biológica que sustenta el sistema. Cuando hablamos de un sistema estamos hablando de un todo que tiene partes que nosotros separamos para estudiarlas, porque la complejidad es muy difícil de abordar.

El aspecto humano es tan importante en cuanto es quien toma las decisiones de cuánto ganado hay en determinada superficie. Eso implica cierto manejo y determinado crecimiento posible de la pastura en cierto tiempo y eso implica también que se pueda resistir o no de una manera u otra, por ejemplo un evento de seca.

A.L. — Ustedes están comenzando a hacer un relevamiento histórico que reúne muchísima información. ¿Qué nos puede contar a propósito de eso?

G.C. — La idea que está detrás de todo esto es poder llegar a diferenciar situaciones de vulnerabilidad frente a eventos extremos o posibles consecuencias o manifestaciones del cambio climático, porque es importante aclarar que una estrategia de adaptación al cambio climático, es adaptarse a la variabilidad climática.

Trabajando en medidas de adaptación a la variabilidad climática estamos favoreciendo situaciones sociales que puedan enfrentar cambios y eso es también una estrategia que permite adaptarse a los cambios que puedan venir.

A.L. — Ante una seca o una inundación, ¿qué tipo de adaptación podemos tener?

G.C. — El análisis de la vulnerabilidad de los sistemas —en este caso, agropecuarios o concretamente ganaderos-pastoriles—, a la variabilidad climática implica estudiar desde el punto de vista histórico qué ha sucedido con numerosos factores, variables: qué ha sucedido con las variables meteorológicas a lo largo del tiempo; con las variables productivas (pasto, ganado, etc.); con los sistemas productivos, los manejos y las decisiones que las personas han tomado; con las políticas que pueden haber favorecido o actuado en contra de determinados tipos de producción. Es decir, un análisis a través del tiempo de lo qué ha pasado y enfocado en un contexto no sólo temporal sino también espacial, en un lugar muy concreto.

Por ejemplo, el estudio que hicimos anteriormente se situaba geográficamente en el departamento de Salto. Primero es necesario haber relevado toda esa información —que no es menor porque estamos hablando de muchos años; un período climático son 30 años—; que requiere desde el punto de vista de la dimensión humana, una diversidad muy grande, por más que tenemos buenos censos y que la información está disponible.

Luego de todo eso es necesario construir indicadores que representen cómo han evolucionado esos sistemas en situaciones extremas y qué ha pasado en una situación y en otra situación. Cómo se ha comportado todo el sistema en general. En un evento seca; en tal año, con estas situaciones políticas y socio-económicas, este colectivo chiquito que está acá en el departamento de Salto, en estos suelos, con este tipo de ganado, ¿qué pasó?

A.L. — ¿Usted fue responsable de ese estudio en Salto?

G.C. — Sí.

A.L. — Que fue el primer estudio para desarrollar ahora éste que va a ser más vasto.

G.C. — No diría tanto. Diría que esa es la razón por la cual yo estoy en el centro; no que haya sido precursor. Ese estudio fue importante porque a mí me marcó las grandes posibilidades que tiene el trabajo interdisciplinario.

A.L. — Es bravo recolectar toda esa información. ¿No?

G.C. — Es bravo recolectar información y es muy bravo poder integrarla en indicadores que quieran decir algo entendible para todos y que estén mostrando zonas más o menos vulnerables. Ahí vendría la aplicación más práctica que usted me preguntaba hoy; poder determinar qué lugares geográficos habría que priorizar a la hora de realizar “x” modificaciones en cuanto a recursos o en cuanto a aguadas, etc.; o qué colectivos o que partes de esta sociedad que se da con este sistema de producción, en este departamento es la que debería de ser “privilegiada” para que trabajara en medidas de adaptación.

Por ejemplo, el acceso a vías de comunicación (rutas, carreteras, caminería); energía eléctrica; promover la asociación entre productores. Se abren muchas posibilidades que permiten medidas preventivas; medidas adaptativas. Eso es la adaptación, a diferencia de la mitigación, que permitirá estar preparados.

En el caso concretamente de la seca, estar fuertes y poder pasar ese evento sin las consecuencias nefastas que tiene.

A.L. — Este trabajo que está comenzando hacer la Universidad, en qué período se va a realizar y qué van a hacer después con toda esa información que van a reunir.

G.C. — Esto comenzó a principios de este año. Toda la parte formal terminó a fines del año pasado.

La construcción en términos de trabajo académico comenzó este año y actualmente estamos en la etapa de definir los equipos. Ya tenemos un equipo en la propuesta original que fue aprobada por la Universidad, pero es necesario a su vez fortalecer los equipos y poder entablar las redes y los ejes temáticos para ir concretando los trabajos.

Por ejemplo, en la parte de variabilidad climática y cambio climático en sistemas agropecuarios, eso implica definir lugares por dónde empezar a trabajar.

A.L. — ¿Todavía no saben por dónde van a empezar a trabajar?

G.C. — No.

A.L. — Es toda una decisión.

G.C. — Son muchas las decisiones que tenemos por delante, hasta del abordaje mismo, porque cuando se trabaja en un equipo interdisciplinario los enfoques que cada disciplina tiene para tratar el mismo objeto que se está estudiando son completamente distintos. Si bien está, que es a lo que apostamos, la riqueza de los saberes propios de cada disciplina, está también la parte en la que hay que establecer un lenguaje común y acordar cómo se va a estudiar cada cosa en cada momento y en cada situación.

Eso es tiempo de construir.

A.L. — Cuando tengan la información, ¿a quién se la van a brindar? ¿La información queda en un cajón en la Universidad de la República?

G.C. — Espero que no. Está previsto que tengamos intercambios con la sociedad.

A.L. — ¿No están el Ministerio de Ganadería o la Dinama incluidos en la propuesta?

G.C. — La propuesta está con un vínculo fuerte con el Sistema Nacional de Respuesta al Cambio Climático. Ahí tenemos todos los actores que van a estar actuando.

La idea no es que quede en un cajón, me sentiría muy frustrada.

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