Todos los años se generan en el mundo unos 50.000.000 de toneladas de basura electrónica. En Uruguay, según la Dinama, recién estamos comenzando a pensar en su tratamiento.
Esta es una cifra que brinda el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Para dar una idea de lo que significa esa cantidad, la organización Greenpeace sostiene que si se pusieran estos 50.000.000 de toneladas de basura tecnológica en un tren, los vagones darían la vuelta al mundo.
El problema está en que estos materiales que se desechan contienen metales pesados y también liberan sustancias químicas peligrosas, que generan un perjuicio importante al medio ambiente. Esta es la opinión de Nelson Sabogal, encargado de Asuntos Científicos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
¿Cuál es el problema? El problema es que la industria genera muy rápidamente una cantidad asombrosa de aparatos electrónicos y los consumidores los desechan en forma aún más veloz. Algunos especialistas afirman que este es un problema de escala mundial, porque todavía no se encontró la manera de reutilizar toda esta basura tecnológica, o al menos, no se logró que produzca el menor daño posible.
Una nota de la revista National Geographic, disponible en su sitio web, se habla de lo qué se está haciendo para resolver este problema en las distintas partes del mundo. Por ejemplo, en la Unión Europea hay una legislación que obliga a los fabricantes a hacerse responsables de la eliminación o al menos del reciclaje seguro de estos componentes electrónicos. En Estados Unidos es el propio mercado el que tienen que auto regularse y lo único que hacen es poner un sello de aprobación a productos que ellos consideran “verdes”, que son más fáciles de procesar después de que se desechen.
Pero, más allá de las leyes, de los sellos y de los premios, lo que ocurre en la realidad es que los países desarrollados exportan la basura tecnológica al Tercer Mundo. Muchas veces la exportan en forma de computadoras recertificadas o clones, y a veces en formas peores como lo que está pasando en el algunos países africanos.
En Uruguay, las autoridades sostienen que respecto a este tema estamos “en pañales”. En la siguiente entrevista, la química Gabriela Medina, jefa del Departamento de Residuos Sólidos y Especiales de la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama), profundiza sobre cuál es la situación actual en Uruguay. Medina fue una de las protagonistas del programa de la semana pasada de Producción Nacional en TV Ciudad, que mostraba a la única empresa uruguaya (Crecoel), que se dedica a reciclar basura tecnológica o, específicamente computadoras e impresoras.
Alejandro Landoni — ¿Cómo podría definirnos la situación de la basura tecnológica en nuestro país? ¿Cuál es la perspectiva de la Dinama?
Gabriela Medina — Como usted ha dicho, es un tema que recién está comenzando a tratarse. La basura tecnológica en Uruguay es muy importante, porque es un país que per cápita tiene una alta tecnificación. La mayoría de los hogares tienen computadoras, televisores, teléfonos celulares (hay cerca de 1.000.000 en el mercado). Eso provoca que la basura tecnológica vaya tomando cada vez más importancia.
A.L. — ¿Qué es lo que se hace desde Dinama? ¿Hay datos respecto a la cantidad de desechos?
G.M. — No. Se calcula que por año se desechan 100.000 computadoras, pero no son cifras oficiales.
Recién estamos empezando a trabajar y la idea es tener un registro de importadores y fabricantes, para saber realmente cuánto es lo que se pone en el mercado.
Estamos hablando de 1.000.000 de teléfonos celulares y de 100.000 computadoras.
A.L. — ¿De 1.000.000 que se descartan por año?
G.M. — Sí, porque el recambio de los teléfonos celulares es muy rápido. La importancia de hablar de basura tecnológica es justamente por el recambio que tiene.
O sea, el software van mejorando y entonces se requiere una máquina más potente; los celulares vienen con cámara o con MP3, entonces eso provoca que el consumidor se sienta entusiasmado por adquirir ese bien porque el recambio es tentador. Hay gente que recambia el celular tres veces por año o más, y la computadora también.
A.L. — ¿Qué estiman que pasa con esas 100.000 computadoras y ese millón de teléfonos celulares que se desechan por año? ¿A dónde van a parar?
Crecoel tiene un número muy importante de trabajo, pero muy limitado cuando vemos estas cifras que las autoridades manejan. ¿A dónde van a parar todos estos desechos?
G.M. — Muchos de ellos, es posible que el consumidor común los termine tirando en la volqueta de la esquina de la casa. En el caso de las empresas cuando hacen un recambio, en general nos consultan a nosotros o a la Intendencia Municipal de Montevideo y nosotros los derivamos a Crecoel. Pero es todo un problema.
Me ha pasado de ver a un hurgador desguazando una computadora al lado de un contenedor.
A.L. — Que tiene materiales tóxicos.
G.M. — Sí.
A.L. — Eso que está en la volqueta termina en la Usina del Municipio.
G.M. — Sí, el hurgador desguaza; de los circuitos impresos saca lo más importante que puede ser algún metal precioso y el resto va a la Usina 5 de la Intendencia.
A.L. — ¿Qué es lo que debería hacer un oyente que, por ejemplo, tiene una computadora para desechar?
G.M. — Las empresas se comunican con nosotros o con las Intendencias, eso está bastante controlado. Más que nada se trata de formar o instruir al consumidor común.
A veces, el consumidor común tampoco lo desecha, sino que lo vende más barato a otra persona. El problema más grande es cuando por ejemplo pequeñas empresas tiran esta basura a un contenedor o peor aún; en el Interior ha pasado que en los Vertederos se encuentran computadoras.
Esa no es la idea, porque si los Vertederos no son controlados como en muchas partes de Uruguay, los hurgadores terminan trabajando en ellos.
A.L. — Hay un proyecto sobre esta problemática a estudio del Parlamento.
¿Cuál sería el ideal para las autoridades de la Dinama con respecto a este tema?
G.M. — Hay un anteproyecto de Ley con respecto a lo que son residuos eléctricos y electrónicos, y esto tiende a aplicar el concepto de responsabilidad extendida. O sea, hacer responsables a los que ponen el producto en el mercado, sean importadores o fabricantes, de todo el ciclo de vida del producto de bien. Este concepto se llama “de la cuna a la tumba”.
La idea es tomar registros de cuánto se pone en el mercado, y que cada fábrica o importador exponga un plan de cómo va a garantizar el cuidado o cómo va a dar seguimiento a ese ciclo de vida de la computadora, del celular o del electrodoméstico que sea.
Muchas veces se habla de las computadoras o de los celulares, pero tenemos que tener en cuenta que estamos hablando de todos los electrodomésticos: aire acondicionado, las heladeras, televisores, microondas, todos los electrodomésticos que, como ha pasado con el resto del mundo y Uruguay no queda fuera de eso, hoy es más fácil recambiar que reparar. Se recambia y la reparación es mínima.
A.L. — Cuando usted mencionaba el concepto de la responsabilidad extendida o, “desde la cuna a la tumba”, me recuerda a la filosofía de la Ley de Envases.
G.M. — Sí, básicamente el concepto es el mismo: el responsable es el que pone el producto en el mercado.
A nivel mundial, se tiende a aplicar la llamada “Ley de las tres R”, que se basa en: reducir, reusar y reciclar.
Es un concepto que hay que formar en la gente, que requiere de mucha educación y por suerte hay programas como este que permite que lo hagamos. Hay que educar al consumidor para que no se vea tentado por todo el marketing que hay detrás de todo esto y que consuma de una manera responsable. Con eso tendemos a reducir. Reusar; si mi computadora o mi celular funcionan debo tratar de darle el máximo de vida útil que tenga, venderlo o donarlo a una Escuela. Y, por último reciclar, porque eso también conlleva un gasto de energía y también es caro reciclar.
En el mundo ha cambiado el reciclaje de los residuos tecnológicos y la basura tecnológica, porque los productos que se utilizan para generar esta clase de aparatos eléctricos y electrónicos llevan un montón de metales y es más fácil y más barato reciclar que ir directamente a las minas. Ir a la mina de plomo, ir a la mina de cobre o a la de zinc es más difícil, porque además los recursos son finitos y con los altos consumos que tenemos se van agotando. Entonces, muchos países se han dado cuenta que las minas van “sobre ruedas”, o están en nuestro refrigerador y el metal es más accesible ahí.
Es también una solución ambiental y una solución de negocio, porque obviamente es mucho más caro ir a explotar una mina que reciclar estos productos.
A.L. — En el sitio web de National Geographic vi fotos de Ghana, donde al parecer es un país privilegiado lamentablemente, para ellos, para que les envíen todos estos desechos del mundo desarrollado. Daba escalofrío ver las fotos.
Así como se pueden ver acá en los márgenes de los arroyos la basura de residuos sólidos domésticos, allá se ven las plaquetas y los chips de los componentes electrónicos y las fogatas que algunos niños mantienen durante días para quemar esas plaquetas con unas nubes tóxicas horribles.
G.M. — Eso es lo peor, porque el metal permanece como metal. Entonces, el incinerar o prender fuego el metal lo que hace es provocar nubes tóxicas.
A.L. — En Uruguay me llama la atención que no hay reciclaje de los tubos de imagen de monitores o televisores, que son sumamente tóxicos.
G.M. — No, en estos momentos Uruguay no tiene la tecnología para tratar los tubos de imagen, que se llaman tubos de rayos catódicos, la pantalla de los viejos monitores, que tienen un alto contenido de plomo. Fundir no es una alternativa porque el plomo es un metal altamente volátil, y se va con las emisiones gaseosas, entonces, lo que hay que hacer es recuperar el vidrio.
En este momento, — es lamentable decirlo —, no tenemos la tecnología para tratarlo.
A.L. — ¿Hay algún plazo en el Parlamento para que este proyecto salga? ¿La Dinama ejerce algún tipo de presión ante los legisladores para que esto se mueva?
G.M. — Está el anteproyecto de Ley pero faltan pasos previos. Primero, capacitación tanto de los técnicos (de los tomadores de decisión), como de la población. Falta crear Centros de Acopio, donde el ciudadano podría llevar su computadora, su celular o un aparato que quiera desechar; falta generar registros. Recién estamos comenzando; todas son cosas que llevan tiempo y es un proceso.
Usted hablaba de la Unión Europea que es la que está más desarrollada en el tema, al igual que Canadá. La Unión Europea tiene dos directivas muy importantes. Una que restringe el uso de seis compuestos que son bastante tóxicos en los aparatos eléctricos y electrónicos (el plomo, el cadmio, el mercurio). Solamente habilita que se usen esos metales en ciertos aparatos o en ciertos electrodomésticos para los cuales no hay otra solución tecnológica que los pueda sustituir, como por ejemplo, es el caso de las lámparas fluorescentes que requieren mercurio, o de ciertas aleaciones que requieren plomo. Esa directiva que entró en vigencia en julio de 2006 en la Unión Europea. Eso ya limita la exposición en el momento del reciclaje o del tratamiento.También tienen una directiva sobre residuos de aparatos eléctricos y electrónicos que apunta al reuso y el reciclaje para que los aparatos no terminen en Vertederos. Además fomenta el reciclaje, la valorización, la reutilización frente a medidas de disposición final.
La Unión Europea como comunidad lo ha tenido que aceptar. Todo lo que se comercialice dentro de la Unión Europea tiene que cumplir con estas dos directivas, y más allá de ser en un tema técnico, también termina siendo una tranca comercial porque si por ejemplo, quiero exportar de Francia hacia Alemania, mis productos tienen que cumplir con ambas directivas. Eso termina siendo una tranca económica y de comercio, por tanto la Comunidad la tuvo que aplicar.
¿Qué pasa con los productos fuera de especificación? Esos sí pueden terminar acá.
A.L. — ¿Qué quiere decir “fuera de especificación”?
G.M. — Que no cumplen con las directivas, porque si Uruguay o cualquier país de América Latina o el Caribe no obligan a que se cumpla con la restricción de plomo o cadmio y sale más barato utilizar… porque al no utilizar los metales; los metales bajan de precio. Por tanto, es más barato producir algo que tenga plomo o que tenga cadmio y después venderlo en países que tengan esa normativa que venderlo en la Comunidad Europea que obviamente encarece. A eso es a lo que tenemos que tener cuidado.
Muchos países han adoptado esas directivas y las han hecho parte de sus legislaciones, — Uruguay todavía no —; pero tiene este anteproyecto de Ley que es muy parecido a la segunda directiva europea, o sea que tiende al concepto de responsabilidad extendida y a hacer responsables a los fabricantes y a los importadores. La primera directiva todavía no ha sido considerada, pero a la larga si nosotros fabricamos algo y lo queremos poner en el mercado europeo, lo vamos a tener que cumplir sí o sí.
A.L. — ¿Qué pasa con los tubos de luz y las lámparas de mercurio?, preguntó un oyente.
G.M. — Los tubos de luz y las lámparas fluorescentes, las de bajo consumo llevan mercurio, entonces hay que tener cuidado (si bien la durabilidad de la lámpara es mayor que la de una lamparita incandescente); que cuando se queme, no se rompa. Hay que tener cuidado en cómo se tira a la basura o cómo se dispone de ella para que el mercurio no se libere.
Hay algunos proyectos que se están trabajando con UTE para el recambio de bombitas, y tecnología para hacer el tratamiento hay, la tiene una empresa. La limitante que tiene esta empresa es que tiene un solo equipo y el tratamiento está limitado por el tamaño de la boca de entrada que tiene el equipo. Por ejemplo los tubos de luz pueden ser tratados, pero bombitas o lámparas fluorescentes que tengan un diámetro mayor no podrían ser tratadas. Eso también es todo un tema.
A.L. — O sea, que estamos “en pañales” en muchos temas.
Otro tema es el tema de las pilas.
Ayer reiteramos una entrevista al ingeniero químico Mario Rabinovich, que es el director de la Unidad de Gestión Tecnológica de la Facultad de Química, y se autodefinió como un “ambientalista militante”. Él está trabajando en el tema del reciclado de pilas, y decía: “Hace algunos años en Uruguay se importaban unos 30 millones de pilas por año; son 2.500 toneladas de materiales que después se van a tirar y van a contaminar el medio ambiente”.
¿Qué se hace con las pilas en Uruguay?
G.M. — En Uruguay no se reciclan. En Europa se reciclan.
Acá hubo una recolección y lo que se hace es que terminan en la Intendencia y se construyen bloques de cemento con ellas y se fijan los metales ahí.
Es una pena que no tengamos la capacidad tecnológica como para reciclar, porque de las pilas se pueden sacar insumos para usar en otros procesos. Creo que la tecnología tiene que surgir desde Uruguay, porque el mercado — si bien yo antes mencionaba que Uruguay está altamente tecnificado —; el mercado es pequeño, somos tres millones y medio de personas….
En términos absolutos, tres millones de aparatos para el resto del mundo, no es nada. Podría ser una ciudad de Río Grande do Sul, entonces no es tentador que una empresa se venga a instalar para tratar de reciclar metales acá. Las soluciones tienen que salir del propio Uruguay; dentro del mercado interno.
A Producción Nacional digo gracias por permitirnos capacitar a la gente a través de este medio, porque así vamos haciendo un trabajo de hormiga.