¿Patentar o no patentar?

Estrategias para saber cuándo patentar un invento.

Gerardo Agresta — Hoy vamos a intentar entrar en el tema de las Patentes, que es un tema bastante amplio y da para hablar mucho. Para empezar, quería contarles sobre algunas patentes uruguayas que son muy conocidas, para que los oyentes sepan de lo qué estamos hablando.

Por popularidad, gana el SUN, que es un calentador de agua que ponemos en el termo enchufado a la energía eléctrica.

 

Juan Pablo Méndez — Un invento uruguayo.

 

G.A. — Debe ser el invento más conocido por el pueblo uruguayo. Ese es un ejemplo de una patente uruguaya.

Después, otro muy conocido son las UPAs (Usinas Potabilizadoras de Agua), que son plantas transportables que potabilizan el agua de origen natural. Adentro de cada UPA están todos los procesos tradicionales de una planta convencional, pero tienen la ventaja de ser transportable.

A nadie se le había ocurrido y en Uruguay surgió la idea.

Después en Producción Nacional contaron ampliamente sobre BiliLED, que es un dispositivo creado por la Universidad de la República para el tratamiento de la ictericia neonatal. Es un dispositivo que emite una luz azul y que trata a los niños con una frecuencia de luz específica para curar esa enfermedad.

 

J.P.M. — ¿Por qué se les llaman patentes? ¿Cómo es el proceso para patentar un invento?

 

G.A. — Quiere decir que quien los inventó, los registró.

En Uruguay, la oficina que hace ese registro es la Dirección Nacional de Propiedad Industrial del Ministerio de Industrias, y en cada país existe una oficina que se encarga de registrar las invenciones. A ese registro es a lo que se le llama Patente.

Para hacer ese registro, es necesario que el inventor demuestre que se cumplen tres requisitos básicos: 1) que sea novedoso; 2) que sea no obvio. Que no sea algo que se le puede ocurrir a cualquiera; y 3) que tenga una utilidad o un uso industrial que se pueda demostrar.

Entonces, a partir de una presentación de una solicitud de patente, la Dirección de Propiedad Industrial determina si se cumplen esos requisitos y si se cumplen, se otorga la patente al inventor.

 

J.P.M. — ¿Y qué efecto tiene realizar una patente? Porque en principio, se entendería que sería para proteger los derechos de quien lo inventa.

 

G.A. — Sí, es para proteger los derechos de quien inventa, pero no siempre se cumple ese efecto, porque cuando se registra la patente, tiene un carácter de protección territorial. Uno registra por país, y cuando lo registra un inventor uruguayo, su invención sólo queda protegida en el Uruguay. Para que se protejan los derechos del autor en el resto del mundo hay que ir recorriendo todos los países y patentando en ellos.

Hay un acuerdo internacional que permite que después que uno hace un registro en un país, disponga de un año para hacer ese registro en los otros países a donde le interesa patentarlo, pero este puede ser un mecanismo que insume mucho dinero.

 

J.P.M. — ¿Es muy caro patentar un invento?

 

G.A. — En Uruguay cuesta algunos cientos de dólares hacer una patente, mientras que para patentar en todo el mundo implica unos cientos de miles de dólares.

Además de patentarlo en el momento de registrar la idea, después hay que hacer un mantenimiento anual, bianual o quinquenal del registro, pagando nuevamente.

Es un mecanismo muy caro que uno tiene que pensar en hacerlo cuando efectivamente piense que va a sacar rédito de eso, sino no tendría mucho sentido.

Además, la patente tiene un efecto temporal. La patente protege al autor por 20 años, pero una vez pasados esos 20 años el conocimiento queda disponible para ser utilizado abiertamente por todo el mundo.

Hay estrategias de “no patentamiento” por ese motivo, que implican que la competencia no conozca cuál es la fórmula, cuál es el secreto que está detrás del invento. El ejemplo de no patentar más famoso en el mundo, es la Coca Cola.

 

J.P.M. — La famosa receta de la Coca Cola.

 

G.A. — Que la conocen muy pocas personas y que si la hubiesen patentado en el momento en que la inventaron, ahora sería de conocimiento público y tendríamos distintos refrescos con el sabor de la Coca Cola pero ya no sería exclusividad de los dueños.

 

J.P.M. — ¿O sea que no siempre es lo más conveniente registrar la patente?

 

G.A. — Claro. Además, por ejemplo, cuando uno registra en un país, puede pasar que si bien la competencia no puede usarlo en ese país, puede usarlo en otro.

De todas formas, la competencia se va interiorizando de cuál es el secreto que está detrás de ese invento. Eso mantiene a la competencia informada de lo que uno desarrolló. Esa información la podrían utilizar para desarrollar nuevos productos, y a su vez patentarlos mientras haya novedades; no obviedad y utilidad industrial, pero le permite a los competidores estar al tanto de cuál es el conocimiento que tiene la empresa que invirtió en investigación y desarrollo. Por eso, hay que pensarlo bien.

En Biotecnología por ejemplo, es muy importante llegar primero al conocimiento y aprovechar la ventaja que da que la competencia no conozca ese conocimiento.

Entonces, vender durante cuatro o cinco años un producto nuevo que la competencia no tiene, le genera muchos beneficios a la empresa y no es necesario patentarlo en ese caso, porque puede llegar a ser el tiempo que demora la competencia en alcanzar el mismo nivel de conocimiento.

 

J.P.M. — Claro, es una especie de sacar ventaja.

 

G.A. — Ahí está, entonces ahí se usa una estrategia de no patentar en muchos casos.

 

J.P.M. — ¿Cómo se define cuando conviene o no patentar un invento?

 

G.A. — Hay que tener cuidado y pensar bien cuál es la estrategia. Hay que asesorarse y definir dónde se va a proteger y para qué.

El hecho de proteger puede generar una gratificación al inventor de decir: “Esto es patente mía”, pero atrás de eso puede haber dinero que puede ser para él o para otros que hagan uso de ese invento y que conviene en la medida en que sea posible, sacarle provecho — si el inventor tiene interés en sacarle provecho económico a eso —; hacerlo bien asesorado y con una buena estrategia.

Por ejemplo, si alguien va a patentar un invento con algo muy local, (que tenga que ver, por ejemplo, con tomar mate); es razonable que se busque patentar ese invento en Uruguay, Argentina, Brasil y tal vez en Paraguay, porque el resto del mudo no toma mucho mate, entonces alcanza con patentar en los lugares donde se consume la infusión.

Pero si se piensa hacer un cambio que va a resultar una innovación a nivel mundial, en el momento de realizar la patente hay que pensar cuáles son los pasos que hay que dar después. Cuáles son los recursos que uno necesita para afrontar los costos que mencionábamos anteriormente y cuál es la forma de comercializar los productos, porque si no el conocimiento va a ser aprovechado por otros sin generar los recursos para el inventor.

 

J.P.M. — Claro, no le saca provecho.

 

G.A. — Sí, es un tema bien interesante. Por suerte estoy conociendo a unos cuantos inventores en mi trabajo…

 

J.P.M. — ¿Hay inventores uruguayos entonces?

 

G.A. — Sí, y hay gente que está animándose cada vez más a transformar sus inventos en una innovación. En aplicarlo y que sea de utilidad para la sociedad y que tengan valor de mercado.

 

J.P.M. — Porque muchas veces pasa que un investigador o un inventor que trabaja en un laboratorio o en algún lugar más académico, no está muy informado de los pasos legales que hay que seguir para patentar o no patentar; también de los pasos de marketing y comerciales. Esas decisiones comerciales que hay que tomar de si nos conviene o no y se tienen que estar informando de estos temas que por lo general no son su fuerte.

 

G.A. — Sí, y además en la cultura científica se considera muy importante publicar el conocimiento generado en revistas internacionales, para dar a conocer el trabajo de los científicos.

 

J.P.M. — Da prestigio.

 

G.A. — Eso da prestigio, pero una persona que después de hacer un registro, así sea en un diario de circulación nacional o en una revista internacional, deja un registro en esa publicación de qué fue lo que inventó y ya pierde el carácter de novedad, que es necesario para hacer el patentamiento.

 

J.P.M. — O sea que nadie más podría patentar ese descubrimiento, ¿incluso él?

 

G.A. — Ni él mismo, porque el mismo inventor decidió hacerlo público y en el momento de hacerlo público, perdió la novedad y ya es un bien público. Ese conocimiento ya nadie lo va a poder patentar.